A primera vista parece sorprendente la extraña asociación entre dolor de dientes y literatura. Profundizando en esta relación vemos que no son pocos los escritores que han narrado una odisea dental personal, describiendo el trastorno físico y emocional que acompaña a este particular y desagradable dolor.
Ya por el siglo II de nuestra era, el médico Claudio Galeno nos aporta su peculiar y veraz visión sobre el dolor dental. “El dolor de muelas es el dolor más grande entre los dolores no mortales”. A lo largo de la historia de la literatura, varios escritores, como Cervantes en su obra maestra, Don Quijote de la Mancha, habla de los dientes cordales y cita algunos refranes sobre dientes.
En el artículo de hoy damos comienzo a una saga de publicaciones cuyo título es Leyendo leyendas. En estos artículos intentaremos plasmar la realidad de los dientes en relación con otras realidades que rodean a cada uno de nosotros.
Le Clézio y el dolor de dientes
Jean-Marie Gustave Le Clézio es un novelista francés y Premio Nobel de Literatura en 2008. En 1964 publicó, en la revista Mercure de Francia, un cuento titulado El día que Beaumont conoció su dolor.
Esta descriptiva narración sirve a Le Clézio para relatar la noche en que Beaumont se despierta incordiado por su dolor de muelas. En ella se describe mediante contundentes metáforas todas las sensaciones orales y corporales. No solamente es la experiencia del dolor intratable que sacude a Beaumont lo que se explica en este relato, sino que se tratan emociones como la soledad, los miedos y las angustias infantiles.
Beaumont, solo y vulnerable, terminará aceptando, amando a su dolor de dientes, mientras espera poder ir al dentista. Por lo tanto, el dolor de dientes será declarado como el más intolerable y, al mismo tiempo, el menos tenido en cuenta de los dolores no letales. Solo y abandonado por todos, a quien lo sufre le queda retraerse en sí mismo y aceptar su dolor antes de que llegue la ansiada visita al odontólogo.
La historia se divide en cinco capítulos, donde por orden cronológico y con una formidable descripción se relatan los episodios de dolor por los que pasa Beaumont. Episodios de dolor por los que podemos pasar cualquiera de nosotros y, con toda probabilidad, repetiríamos las actos de la misma manera que el personaje del cuento.
El inicio del dolor y los intentos de calmarlo
“Alrededor de las tres y veinticinco de la mañana, Beaumont se siente prisionero de una maraña de sábanas, y sale dolorosamente de entre ellas; se dio la vuelta sobre el colchón, dolorosamente, y sintió la resistencia de la colcha y las sábanas que participaban de su movimiento de rotación, pero de manera incongruente al oponerse a él. Como si una mano invisible hubiera retorcido los tejidos alrededor de su torso y caderas inmóviles […] Lo que hasta entonces había sido solo niebla, vaivén, inquietud como un mar tormentoso […], todo se aclaró y en una especie de sol punzante, un mal definido, empezó a eclosionar. […] Fue en la mandíbula, en la parte posterior de la boca, probablemente debajo de la muela del juicio o debajo del molar desvitalizado, a la izquierda”
Aquí Le Clézio nos coloca en antecedentes del doloroso despertar del que es presa Beaumont. El dolor, primero lo nota de manera lejana, como una niebla, sordo. Poco a poco queda ese mismo dolor queda bien definido en su molar endodonciado.
No debemos extrañarnos que el dolor haya aparecido con nocturnidad. La razón es que el dolor de las infecciones dentales es más intenso cuando nos encontramos en posición supina, es decir, estirados horizontalmente.
El aumento repentino del dolor y el desencadenamiento de la ansiedad
«Pero en su cabeza acostado sobre la almohada, el mal se despertó de repente, con tanta intensidad que comenzó a gruñir. Beaumont no dudó; volvió a encender la luz, saltó de la cama y rebuscó en el cajón de su mesa. Sacó un tubo de aspirinas y dos somníferos. Luego volvió a la cocina, se tragó las pastillas, más un vaso grande de agua helada, fue a orinar y volvió a la cama. Esperó un momento de pie hasta que la droga pudo descender por el esófago, y se volvió a acostar. […] Pero el dolor, porque era realmente un dolor, ahora había aumentado aún más”
En este párrafo, Le Clézio nos hace una excelente descripción del momento inicial del dolor y de la terrible desesperación que aparece por la noche, solos, ante el terrible dolor. Intentamos, sin éxito, con todas las herramientas de las que disponemos en ese momento, rebajar el dolor, ese dolor de dientes que nos acosa, que no nos permite descansar.
“Beaumont sintió que se abrían ante él las puertas de un mundo desconocido y trágico […] La aspirina había tenido poco o ningún efecto. En media hora, el dolor se había multiplicado por cinco. Ya no era un punto específico de la mandíbula, ahora alrededor de la muela del juicio y el molar desvitalizado, sino toda una zona que se extendía desde la oreja izquierda hasta la punta del mentón».
El surgimiento de cenestesias dolorosas, fuentes de una «extrañeza inquietante»
“Parecía que la mitad de una mandíbula había crecido, en la oscuridad, empujando todo a su alrededor. Una construcción barroca, hecha de cemento y barras de hierro fundido, se extendía ahora por la mejilla de Beaumont”.
La cenestesia se define por la RAE como la sensación general del estado de nuestro cuerpo. Es decir, el conjunto de sensaciones que percibimos en nuestros órganos internos y que proporcionan un conocimiento más o menos consciente del estado general y funcionamiento del propio cuerpo.
Cuando un dolor dental agudo aparece, como bien describe Le Clézio, nuestra percepción de la cavidad oral cambia. Notamos que la zona donde se encuentra la causa del dolor ha crecido, se ha vuelto rígida, dolorosa y está más caliente. Son los tres típicos signos de la infección: inflamación, dolor y calor.
La negativa de Paule a venir y compartir su dolor, el paroxismo del desorden
“Paule, Paule, si supieras lo que sufro. No puedo más, lo juro. No puedo aguantar más. Por eso te llamé […] Es absolutamente atroz, no puedo soportarlo más […] Perdona que te despierte, Paule, pero no aguanté más durmiendo. Me dolió mucho, tenía que hablar contigo, ¿entiendes?”
Beaumont, en medio de la noche, con el dolor intenso localizado en su boca, necesita hablar con su amiga Paule. Necesita hacerle partícipe de su malestar, necesita que ella le acompañe en esta terrible noche. Se siente solo. Paule le pregunta por la medicación que ha tomado Beaumont. Se interesa por su dolor de dientes, procura realizar un diagnóstico. Intenta animarlo repitiéndole que “todo estará mejor mañana yendo al dentista”.
Beaumont le ruega a Paule que venga a cuidarlo, que lo acompañe en esta terrible noche llena de monstruos que lo persiguen. Pero Paule no acude. Le dice que descanse, que no sea infantil y le cuelga el teléfono. Paule no es capaz de imaginar el dolor que está sufriendo Beaumont.
En la oscuridad el dolor se torna más preciso, más agudo. Es como si todas las terminaciones nerviosas se empeñasen en señalarnos dónde se encuentra localizado nuestro malestar. Pero el dolor se debe pasar solo. Nadie es capaz de colocarse en lugar del enfermo. Las pesadillas, el desorden interno, el malestar solamente lo conoce quien en ese momento está sufriendo el terrible dolor.
La escucha empática de un joven desconocido, el regreso paulatino a la realidad
“Sobre las siete y diez, Beaumont se levantó; ya no tenía mandíbula, ni encía, ni muela del juicio, ni molar desvitalizado, nada. Su barba era bastante larga ahora, más espesa en su mejilla derecha. Se tambaleó por el pasillo”.
El personaje se enfrenta al amanecer con otro ánimo. Sabe que la visita al dentista está próxima. Necesitaba a Paule la noche anterior para que le hiciera compañía y le ahuyentará los monstruos que le atenazaban. Pero, ya no hace falta que venga, la noche se acabó. Pronto podrá acudir al odontólogo.
“Ahora es diferente. Ya no necesito a nadie, lo sabes. Ahora, cuando quiera, puedo ir al dentista, y él me atenderá. Me hará una radiografía y me dirá: tienes un absceso debajo de la muela del juicio, o debajo del molar desvitalizado, o algo así. Un absceso Solo un absceso. Y eres tan acogedor. Peor que una mujer. Y él nunca lo entenderá. Él no sabrá cómo fue esa noche en mi habitación. Si le dijera, no me creería. Le haría reír. Eso fue todo, viejo, un absceso, nada más que un absceso. Vamos a extraer tu muela”.
Beaumont necesita ir al dentista para que calme su malestar. Pero sabe que el profesional no le entenderá. No se creerá el dolor intenso que le ha perseguido durante toda la noche.
El dentista entiende de dolor de muelas y sabe como tratarlo. Pero no puede ni llegar a comprender lo que ha sufrido el paciente durante la terrible noche de insomnio.
El autor y su propio dolor de muelas
Entrevistado Le Clézio por el reportero Pierre Dumayet sobre su primera novela, el escritor desvela que en el cuento de Beaumont existe una vivencia propia con un dolor de muelas que se le presentó una noche.
Para Le Clézio, «entre todas las pasiones del cuerpo, de las cuales el hombre menos se compadece, el dolor de muelas es la más grave».
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Especialista en Implantología, Periodoncia y Estética Dental. Sus más de 20 años de experiencia en odontología integrada le permiten tener una amplia visión de los planes tratamientos dentales que pueden realizarse y así ofrecer la solución más adecuada a nuestros pacientes.